Pequeño ensayo sobre Teoría
Arqueológica
Los
distintos modelos teóricos desde los que se aborda la Arqueología surgen, a
menudo, como reacción a los excesos que cometen los anteriores. Generalmente
ocurre que los que proponen cambios comienzan a plantear la Arqueología desde
puntos de vista opuestos y difiriendo en cuál debe ser el objeto de
conocimiento de esta ciencia. Así, mientras unos creen que debe estudiarse el
individuo o cada cultura particular (postprocesuales, historicistas), otros
apuestan más por el estudio de las sociedades y por establecer modelos
conductuales que puedan generalizarse y extrapolarse al conjunto de los seres
humanos (procesuales, materialistas culturales, funcionalistas, evolucionistas).
La historia de la Teoría Arqueológica puede explicarse bien mediante la imagen
de un péndulo que oscila de un lado a otro, que es vencido por su propio peso
(por sus excesos) al alcanzar un extremo y conducido a la posición opuesta.
Las
posturas que adoptan los arqueólogos pueden también clasificarse según el nivel
de abstracción que presentan y la idea del conocimiento que tienen. Unos se
ocupan solamente de explicar las transformaciones sufridas por el registro
arqueológico a nivel físico o químico, otros conectan ese registro estático con
patrones de comportamiento dinámico y añaden interpretaciones a su trabajo,
aunque siempre proyectando la mente del presente al pasado. Por último, están
los modelos teóricos que parten de la base de que existen diferencias entre las
personas y entre las visiones que tienen del mundo unos grupos y otros, es
decir, que no existe una única manera de ser “humano” y de reaccionar frente a
la realidad. Estos modelos teóricos, que tratan de explicar la lógica profunda
que rige el comportamiento humano (postprocesualismo, estructuralismo,
postestructuralismo), añaden una dimensión más al estudio arqueológico que, en
mi opinión, contribuye a construir un modelo de estudio del pasado del ser
humano más completo y más justo.
Por
eso, opino que existen diferencias fundamentales entre la Arqueología y otras
ciencias como la Física o la Química, y que esas diferencias son, precisamente,
las que hacen que nuestra disciplina sea especial y que se generen muchos
debates en torno a la perspectiva desde la que debe abordarse. No creo que la
Arqueología deba ser entendida como las Ciencias Naturales, puesto que trata de
dar respuesta a procesos y dinámicas de carácter humano. Su finalidad última
consiste en entender lo que somos y lo que nos hizo así, y un enfoque
positivista no puede abordar estas cuestiones de manera fehaciente, porque ignora
y no aborda cuestiones imprescindibles para entender al ser humano.
Comparto
la idea de los postprocesuales y estructuralistas de que, de la misma manera
que existen diferentes visiones del mundo en la actualidad, también en el
pasado la gente era diferente y la realidad era entendida de una forma
distinta. Esto se manifiesta en que las formas de relacionarse entre las
personas eran distintas, lo que a su vez queda reflejado en sociedades,
economías e ideologías diferentes. No obstante, muchos otros planteamientos
teóricos como, por ejemplo, el marxismo o la Nueva Arqueología han aportado elementos interesantes y beneficiosos
a nuestra profesión que no deben ser obviados o descalificados, como la idea de
la cultura como sistema de partes conectadas entre sí introducida por los arqueólogos procesuales o
la visión marxista de que las sociedades se transforman por conflictos
dialécticos entre la base económica y las formas sociales e ideológicas. Los
diferentes planteamientos arqueológicos no se diferencian tan sólo por cómo
responden a las preguntas sino también por las propias preguntas que formulan.
Por ello, quizá sea conveniente tener varias aproximaciones presentes para, de
este modo, ser capaces de obtener mayor partido de las investigaciones.
La
Arqueología surgió en nuestra sociedad como un mecanismo de construcción de la
identidad, para elaborar una idea de quiénes somos y para entender nuestro
presente; algo que sólo puede hacerse desde nuestra perspectiva, porque la
Arqueología, sea del tipo que sea, es en sí misma un concepto occidental y de
nuestra sociedad moderna y posmoderna. Para otros grupos humanos que tengan una
concepción diferente del presente la Arqueología puede carecer por completo de
sentido. ¿Significa esto que no es posible hacer una Arqueología objetiva si
incluso los planteamientos que nos hacemos (ya no sólo las respuestas que les
damos) están condicionadas por nuestra visión del mundo? ¿Puede hacerse una
reconstrucción objetiva del pasado? ¿Existe éste, o es sólo una construcción
humana, cambiante y subjetiva? Y si es así, ¿debe esto desanimarnos? Yo no lo creo; entender que existen razones
profundas que explican la diversidad cultural presente y pasada es ya un paso
importante para escapar de nuestra forma de pensar y aprender de otras
mentalidades, aunque no podamos cambiar la propia.
El
hecho de que varíen entre un grupo humano y otro los modos de relacionarse las
personas, entre ellas y con el mundo, no
significa que la verdad que existe detrás de eso cambie según quién la observe.
La realidad existe independientemente de quién la observa, y coincido en que la
ciencia es el mejor camino para acceder a su conocimiento objetivo. Por eso
necesario también establecer una distinción entre la Arqueología del
Paleolítico Inferior y Medio y la Arqueología del Paleolítico Superior y en
adelante. La primera permite un acercamiento procesual y puramente científico,
pero la segunda exige un tipo de aproximación diferente, que tenga en cuenta que
no existe una verdad absoluta cuando nos referimos al comportamiento humano y
que trate de encontrar los órdenes de racionalidad ocultos de cada grupo humano
yendo más allá de las formas de organización socioeconómicas que son más visibles
en el registro arqueológico. Comparten esta visión fundamentalmente los
arqueólogos estructuralistas, la postestructuralistas y los defensores de la
Arqueología simétrica, ya que los postprocesuales opinan que sólo no podemos
escapar de nuestra propia lógica, por lo que la Arqueología sólo puede
consistir en elaborar narraciones del pasado.
Me
siento más identificada con aquellos arqueólogos (estructuralistas) que opinan
que la lógica que existe detrás de cada comportamiento humano debe formar parte
del estudio de la Arqueología, que no debe dejar de hacerse preguntas difíciles
porque teman no poder contestarlas. La Arqueología puede ser una ciencia muy
rica si intenta acercarse a todos los aspectos que tienen que ver con el ser
humano, donde entran tanto la razón como la subjetividad. Considero que deben
tenerse en cuenta ambas, al igual que debe estudiarse tanto el individuo como
la sociedad en su conjunto. Ésta no es más que el conjunto de las relaciones
entre los individuos y creo que puede entenderse mejor si se conocen los
mecanismos de construcción de identidad de los individuos. La Arqueología
aborda también la cuestión de por qué se producen los cambios, qué es la
cultura y si el individuo juega un papel activo o pasivo en ella y en los
cambios que sufre. A este respecto, la Arqueología postestructuralista añade
una nueva idea a la postura estructuralista, que no abordaba la cuestión de por
qué se producen los cambios. Los postestructuralistas establecen una relación
constante entre la persona y la estructura de una cultura y explican que las
personas modifican y transforman poco a poco la estructura. La relación entre
las personas y la estructura es de esta forma recíproca, puesto que ambas se
transforman por la relación que mantienen.
A
mi juicio, la subjetividad es esencial a la hora de abordar el estudio del ser
humano. La forma de pensar de nuestra sociedad también es limitada y la ciencia
y la razón han enfocado nuestra mente prácticamente sólo en una única dirección
que nos aleja de otras formas de entender la realidad. Por eso hay aspectos del
mundo que no somos capaces de apreciar. En este sentido, el arte es un buen
ejemplo de lo que trato de explicar. Un artista reconoce manifestaciones de la
realidad que otros no percibimos y reacciona ante ellas de una manera
determinada, mediante expresiones artísticas de cualquier tipo que reflejan su
forma de entender el mundo.
El
arte, entendido como una forma subjetiva de aproximarse a la verdad, puede
aportarnos una información menos fiable sobre la realidad en sí misma pero, a
cambio, nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos, que es al fin y al
cabo el objeto de la Arqueología. Creo que la Arqueología debe ser ciencia,
pero no olvidar que posee otras dimensiones que la enriquecen y que exigen
métodos de estudio no positivistas. Tal y como yo entiendo la Arqueología, ésta
busca entender al ser humano del pasado, sus dinámicas, sus formas de
comprender el mundo y de reaccionar ante él.
No debemos tampoco dejar de hacernos la
pregunta de hasta qué punto el mundo es cognoscible y objetivable al margen de
cómo pueda entenderlo el ser humano, pero el objetivo principal de la
Arqueología, al igual que el de la Antropología es entender qué nos hace
humanos, qué nos une, qué nos diferencia y por qué actuamos y pensamos de una
determinada manera.
Quizá
nos hayamos olvidado, en nuestro afán por entender el mundo de una forma
racional y científica, de que sentir también es una manera de entender, que no
debe descalificarse por no ser científica y objetiva. Debe de ser fascinante conocer
nuevas formas de sensibilidad y emoción, visiones del mundo igualmente
complejas y bellas, y radicalmente diferentes a la nuestra. Tomar conciencia de
esto y ampliar nuestra mirada es ya un primer paso para la elaboración de nuevos
discursos arqueológicos que reviertan en un mayor respeto y cuidado de la
diversidad cultural.
Lucía