domingo, 4 de noviembre de 2012

Romans arrived to America! Could it have been possible?


(As a preparation for my Cambridge exam I have written this post in English. First I apologize for my poor English, but I think that is a good way to improve it by obligating myself to use it at any occasion that is presented to me. So enjoy this article if you can ;), and of course I accept any kind of correction. Thanks to all of you lads!)

Nowadays is thought by all of us that Cristopher Colombus was the first European that put his foot in America. However, in the last decades of the twentieth century other theories come to light. Could the Vikings have reached the new continent coasts before the Spaniards of the XVI century? That’s something about I don´t have any doubt of.
Of course, the Vikings didn´t colonize the continent, and despite of some archeological items, they didn´t left anything else. They might told someone else about their discoveries, or not, but that is something that we won´t know. As far as we know there weren´t any witnesses that could have written about it later.


As we know, in ancient Greek, there were a lot of famous philosophers that spoke about the roundness of the earth. In fact after the V century before Christ any greek  writer thought that the earth was a plain like the ones from Mesopotamia. Therefore we can say that after those centuries, in Europe people like scientists or erudites even some adventurous sailors, could have known or could have heard about the roundness of the earth, and what’s more, about the unspoiled regions on the other side of the big ocean.
Could have been possible that the inhabitants of that enormous continent surrounded by water haven´t had any kind of contact with other people from other continents since the last ice age? I really doubt it. Thanks to the writings from ancient Greek, we know stories about a strange and marvelous land called Atlantis, (it´s said that it could be a developed city that was destroyed by a volcano in San Torini island, but others said that it was after the Hercules columns in Iberia). Moreover, there are Arabic maps (based in the studies of the ancient greeks) from the first decades of the XV century that have some kind of lands and islands drawn in the western part of it. If the Muslims haven´t burnt the Alexandria Library we might have now more evidences about all the classical cultures knowledge, but we have to use the proves that remains.
In the far Orient, scientists know that there was relations and commerce between Japan and the Polynesia islands. Then, in the seventies, the theory that the only ones who arrived to this large continent were those who cross the Bering´s strait during the last ice age was tackled by the famous Kon Tiki voyage. In this trip the norwegian Thor Heyendhal and another five men, using a craft made with trunks and a sail, traveled from Peru to Polynesia, proving that the ancient inhabitants of those regions could have done it before them.


Therefore, don´t you think that it could have been possible? In my opinion is easier to believe that someone arrive there before us the Spaniards. It´s a fact that the Vikings did. The problem is that the archeological remains founded are only a few. And to make a theory is necessary to find three remains in the same region.
In Mexico the native cultures when the Spaniards arrived, spoke about a legend related with is god Quetzalcoatl . One of the representations of this god was a white man with beard. However, Mexico is not the only region with this kind of legends, there is another god in Peru with similarities. The Peruvians said that he had blue eyes and red beard. Who else could have those factions instead an explorer from northern Europe? There are people who say that he could have been Erik the Red.
There are other evidences, like a small roman statue and some coins discovered in Mexico, or those ancient villages founded in Brazil with incredible similarities to those constructed by the Phoenicians in the banks of the Mediterranean Sea.

Thanks for reading! We will continue with this affair in future posts.

domingo, 23 de septiembre de 2012


Pequeño ensayo sobre Teoría Arqueológica


Los distintos modelos teóricos desde los que se aborda la Arqueología surgen, a menudo, como reacción a los excesos que cometen los anteriores. Generalmente ocurre que los que proponen cambios comienzan a plantear la Arqueología desde puntos de vista opuestos y difiriendo en cuál debe ser el objeto de conocimiento de esta ciencia. Así, mientras unos creen que debe estudiarse el individuo o cada cultura particular (postprocesuales, historicistas), otros apuestan más por el estudio de las sociedades y por establecer modelos conductuales que puedan generalizarse y extrapolarse al conjunto de los seres humanos (procesuales, materialistas culturales, funcionalistas, evolucionistas). La historia de la Teoría Arqueológica puede explicarse bien mediante la imagen de un péndulo que oscila de un lado a otro, que es vencido por su propio peso (por sus excesos) al alcanzar un extremo y conducido a la posición opuesta.
Las posturas que adoptan los arqueólogos pueden también clasificarse según el nivel de abstracción que presentan y la idea del conocimiento que tienen. Unos se ocupan solamente de explicar las transformaciones sufridas por el registro arqueológico a nivel físico o químico, otros conectan ese registro estático con patrones de comportamiento dinámico y añaden interpretaciones a su trabajo, aunque siempre proyectando la mente del presente al pasado. Por último, están los modelos teóricos que parten de la base de que existen diferencias entre las personas y entre las visiones que tienen del mundo unos grupos y otros, es decir, que no existe una única manera de ser “humano” y de reaccionar frente a la realidad. Estos modelos teóricos, que tratan de explicar la lógica profunda que rige el comportamiento humano (postprocesualismo, estructuralismo, postestructuralismo), añaden una dimensión más al estudio arqueológico que, en mi opinión, contribuye a construir un modelo de estudio del pasado del ser humano más completo y más justo.
Por eso, opino que existen diferencias fundamentales entre la Arqueología y otras ciencias como la Física o la Química, y que esas diferencias son, precisamente, las que hacen que nuestra disciplina sea especial y que se generen muchos debates en torno a la perspectiva desde la que debe abordarse. No creo que la Arqueología deba ser entendida como las Ciencias Naturales, puesto que trata de dar respuesta a procesos y dinámicas de carácter humano. Su finalidad última consiste en entender lo que somos y lo que nos hizo así, y un enfoque positivista no puede abordar estas cuestiones de manera fehaciente, porque ignora y no aborda cuestiones imprescindibles para entender al ser humano.
Comparto la idea de los postprocesuales y estructuralistas de que, de la misma manera que existen diferentes visiones del mundo en la actualidad, también en el pasado la gente era diferente y la realidad era entendida de una forma distinta. Esto se manifiesta en que las formas de relacionarse entre las personas eran distintas, lo que a su vez queda reflejado en sociedades, economías e ideologías diferentes. No obstante, muchos otros planteamientos teóricos como, por ejemplo, el marxismo o la Nueva Arqueología  han aportado elementos interesantes y beneficiosos a nuestra profesión que no deben ser obviados o descalificados, como la idea de la cultura como sistema de partes conectadas entre sí  introducida por los arqueólogos procesuales o la visión marxista de que las sociedades se transforman por conflictos dialécticos entre la base económica y las formas sociales e ideológicas. Los diferentes planteamientos arqueológicos no se diferencian tan sólo por cómo responden a las preguntas sino también por las propias preguntas que formulan. Por ello, quizá sea conveniente tener varias aproximaciones presentes para, de este modo, ser capaces de obtener mayor partido de las investigaciones.
La Arqueología surgió en nuestra sociedad como un mecanismo de construcción de la identidad, para elaborar una idea de quiénes somos y para entender nuestro presente; algo que sólo puede hacerse desde nuestra perspectiva, porque la Arqueología, sea del tipo que sea, es en sí misma un concepto occidental y de nuestra sociedad moderna y posmoderna. Para otros grupos humanos que tengan una concepción diferente del presente la Arqueología puede carecer por completo de sentido. ¿Significa esto que no es posible hacer una Arqueología objetiva si incluso los planteamientos que nos hacemos (ya no sólo las respuestas que les damos) están condicionadas por nuestra visión del mundo? ¿Puede hacerse una reconstrucción objetiva del pasado? ¿Existe éste, o es sólo una construcción humana, cambiante y subjetiva? Y si es así, ¿debe esto desanimarnos?  Yo no lo creo; entender que existen razones profundas que explican la diversidad cultural presente y pasada es ya un paso importante para escapar de nuestra forma de pensar y aprender de otras mentalidades, aunque no podamos cambiar la propia.
El hecho de que varíen entre un grupo humano y otro los modos de relacionarse las personas, entre ellas y con el mundo,  no significa que la verdad que existe detrás de eso cambie según quién la observe. La realidad existe independientemente de quién la observa, y coincido en que la ciencia es el mejor camino para acceder a su conocimiento objetivo. Por eso necesario también establecer una distinción entre la Arqueología del Paleolítico Inferior y Medio y la Arqueología del Paleolítico Superior y en adelante. La primera permite un acercamiento procesual y puramente científico, pero la segunda exige un tipo de aproximación diferente, que tenga en cuenta que no existe una verdad absoluta cuando nos referimos al comportamiento humano y que trate de encontrar los órdenes de racionalidad ocultos de cada grupo humano yendo más allá de las formas de organización socioeconómicas que son más visibles en el registro arqueológico. Comparten esta visión fundamentalmente los arqueólogos estructuralistas, la postestructuralistas y los defensores de la Arqueología simétrica, ya que los postprocesuales opinan que sólo no podemos escapar de nuestra propia lógica, por lo que la Arqueología sólo puede consistir en elaborar narraciones del pasado.
Me siento más identificada con aquellos arqueólogos (estructuralistas) que opinan que la lógica que existe detrás de cada comportamiento humano debe formar parte del estudio de la Arqueología, que no debe dejar de hacerse preguntas difíciles porque teman no poder contestarlas. La Arqueología puede ser una ciencia muy rica si intenta acercarse a todos los aspectos que tienen que ver con el ser humano, donde entran tanto la razón como la subjetividad. Considero que deben tenerse en cuenta ambas, al igual que debe estudiarse tanto el individuo como la sociedad en su conjunto. Ésta no es más que el conjunto de las relaciones entre los individuos y creo que puede entenderse mejor si se conocen los mecanismos de construcción de identidad de los individuos. La Arqueología aborda también la cuestión de por qué se producen los cambios, qué es la cultura y si el individuo juega un papel activo o pasivo en ella y en los cambios que sufre. A este respecto, la Arqueología postestructuralista añade una nueva idea a la postura estructuralista, que no abordaba la cuestión de por qué se producen los cambios. Los postestructuralistas establecen una relación constante entre la persona y la estructura de una cultura y explican que las personas modifican y transforman poco a poco la estructura. La relación entre las personas y la estructura es de esta forma recíproca, puesto que ambas se transforman por la relación que mantienen.
A mi juicio, la subjetividad es esencial a la hora de abordar el estudio del ser humano. La forma de pensar de nuestra sociedad también es limitada y la ciencia y la razón han enfocado nuestra mente prácticamente sólo en una única dirección que nos aleja de otras formas de entender la realidad. Por eso hay aspectos del mundo que no somos capaces de apreciar. En este sentido, el arte es un buen ejemplo de lo que trato de explicar. Un artista reconoce manifestaciones de la realidad que otros no percibimos y reacciona ante ellas de una manera determinada, mediante expresiones artísticas de cualquier tipo que reflejan su forma de entender el mundo.
El arte, entendido como una forma subjetiva de aproximarse a la verdad, puede aportarnos una información menos fiable sobre la realidad en sí misma pero, a cambio, nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos, que es al fin y al cabo el objeto de la Arqueología. Creo que la Arqueología debe ser ciencia, pero no olvidar que posee otras dimensiones que la enriquecen y que exigen métodos de estudio no positivistas. Tal y como yo entiendo la Arqueología, ésta busca entender al ser humano del pasado, sus dinámicas, sus formas de comprender el mundo y de reaccionar ante él.
 No debemos tampoco dejar de hacernos la pregunta de hasta qué punto el mundo es cognoscible y objetivable al margen de cómo pueda entenderlo el ser humano, pero el objetivo principal de la Arqueología, al igual que el de la Antropología es entender qué nos hace humanos, qué nos une, qué nos diferencia y por qué actuamos y pensamos de una determinada manera.
Quizá nos hayamos olvidado, en nuestro afán por entender el mundo de una forma racional y científica, de que sentir también es una manera de entender, que no debe descalificarse por no ser científica y objetiva. Debe de ser fascinante conocer nuevas formas de sensibilidad y emoción, visiones del mundo igualmente complejas y bellas, y radicalmente diferentes a la nuestra. Tomar conciencia de esto y ampliar nuestra mirada es ya un primer paso para la elaboración de nuevos discursos arqueológicos que reviertan en un mayor respeto y cuidado de la diversidad cultural. 


Lucía

domingo, 16 de septiembre de 2012

¡Coraceros, carguen!

Lugar: Campos de batalla de Europa. Cerca de la población de Austerlitz. 1805.

Atardecía y el campo de batalla estaba cubierto por una densa nube de humo que no dejaba ver muchos sectores de la vasta llanura. Parecía que el flanco derecho y el centro del Gran Ejercito habían conseguido hacer retroceder a las tropas aliadas. Pero en el flanco izquierdo, las cosas no iban tan bien. Varios escuadrones de caballería húsar del ejército zarista junto con regimientos de infantería, habían hecho retroceder a la caballería ligera, que se había retirado tras las líneas de infantería comandadas por Cafarelli.

Nosotros, los coraceros del ejército francés, sabíamos que tendríamos que actuar de un momento a otro en auxilio de nuestros compañeros y para evitar el colapso del flanco izquierdo del ejército. El nerviosismo que había entre las unidades era evidente. Muchos de los jinetes eran ya veteranos y habían combatido en múltiples escenarios bélicos, además de otro tipo de combates en tascas y tabernas de toda Europa… Pero aún para los más veteranos, los momentos antes de una carga se hacían largos y pesados.

Hacia el sur, entre la humareda, se podía ver al Estado Mayor, generales y mariscales erguidos sobre sus caballos con  uniformes impecables y adornados con medalleros que resplandecían a la luz del sol. Al contrario de lo que se pudiese pensar al ver a estos hombres alejados del peligro real de la batalla, eran militares con años de experiencia y muchos de ellos habían trepado por los escalafones por méritos propios a diferencia de los de los ejércitos  ruso y austriaco, en su mayoría duques, condes y príncipes de sangre azul. Esto hacía que fuesen admirados y seguidos por sus hombres hasta las últimas consecuencias. En su mayoría eran soldados como ellos, algunos con cicatrices por todo el cuerpo, como Oudinot. Otros como Ney, Murat o Lasalle, auténticos hombres de armas, que enseñaban con el ejemplo a sus hombres, arriesgando sus vidas al frente de las cargas.

Delante del grupo había dos hombres. Uno de ellos llevaba uniforme de húsar, con la guerrera bordada colgando sobre uno de los hombros, una mano en la cadera y otra en las riendas. Era un hombre de anchas espaldas, cabello rizado y grandes patillas, Murat, uno de los oficiales más jóvenes y bravos del Estado Mayor. Junto a él, de una estatura menor que la suya aunque no por eso menos imponente, se encontraba el segundo hombre. Llevaba un abrigo gris largo, y un gran sombrero, tal y como se le representaba en numerosos cuadros y dibujos del momento y posteriores. Era el Emperador, era Napoleón.

Tras un intercambio de palabras, Murat saludó al Emperador y espoleó su caballo en dirección a nuestras líneas, cabalgando erguido y sacando pecho. Al llegar a la vanguardia, comenzó a dar órdenes a los oficiales. Éstos pasaron a su vez la orden entre las líneas, que se prepararon  para la carga.

Los coraceros, comprobaban por última vez el equipo, ajustándose las correas de la reluciente coraza, el casco emplumado, la silla. Pero no eran solo los jinetes los que se daban cuenta del inminente destino del regimiento. Las bestias empezaban a moverse con nerviosismo. Los momentos que preceden a una carga no son tan pintorescos como ésta. Los jinetes más jóvenes sudaban y a algunos les temblaban las manos y para evitar que lo viesen sus compañeros agarraban con tanta fuerza las riendas que parecía que iban a deshacerlas entre sus dedos. Otros se golpeaban el casco y la coraza, como para tratar de despertarse unos, y  para soltar adrenalina otros. Entre los veteranos se veían caras de concentración, mandíbulas tan apretadas que parecía que de un momento a otro se les iban a saltar los dientes, ojos en los que se podía leer lo que pensaban. Mejor lugar de colocación, movimiento del sable, que hacer si tal, y qué hacer si cual… Estudiaban el inminente combate en sus cabezas, como si ya estuviese sucediendo. Algunos de los jinetes menos expertos tenían serias dificultades para controlar a sus caballos, que se erguían sobre sus patas traseras con ojos que denotaban espanto, haciendo caer alguno a su jinete al suelo.

Tras unos breves momentos, que a más de uno se le hicieron eternos, Murat hizo caracolear su montura frente a la formación y elevó el sable al cielo, que resplandeció con fuerza a la luz del sol. A lo que siguió el impresionante sonido de todos los sables del regimiento desenvainándose.
-¡Vive la France! ¡Vive l’Empereur! ¡Cuirassiers…. Charge!. Murat no era hombre de grandes discursos ni de muchas palabras, pero en el campo de batalla predicaba con el ejemplo y eso es lo que más espíritu daba a sus hombres.

Así pues, Murat se lanzó como un poseso hacia las líneas enemigas, mientras sonaban las cornetas, y cientos de corazas brillando bajo el sol del atardecer se lanzaban como un solo hombre tras su general, como si no existiese el mañana.

Vídeo de una carga de coraceros y húsares comandada por Joachim Murat, en la miniserie de Napoleón.

Nacho.

viernes, 10 de agosto de 2012

Carta de un neofito de Wallis I



Hace tiempo llegó a mis manos un libro publicado en 1859, cuyo título principal es: Album de las misiones. El libro en sí es muy interesante ya que narra de primera mano las experiencias de algunos misioneros franceses por todo el mundo. De esta forma, es a la vez un compendio de las costumbres y ritos de docenas de pueblos distintos.

Pues bien, quiero compartir con vosotros esta carta, escrita por uno de los indios conversos de la isla de Wallis al que invitaron a ir a Francia.
En la siguiente entrada, procederé a analizar la carta detalladamente; en esta me limito a aclarar entre paréntesis alguno de los términos empleados. La carta fue escrita en francés originariamente y aquí presento la primera traducción al español sin efectuar en ella ningúna modificación de estilo ni correcciones.


Este es el libro (carta) de amistad mia, yo Salomon á vosotros
dos Santiago y Ángela. Es mucho lo que os quiero; pues que
ambos me amais tambien, acordáos de Dios. Amando á Dios y
á mí, todo irá bien para mí y vosotros.

Voy á hablaros de lo que he visto en Francia.
Subí desde luego á un rincon llamado Brest; era el onceno día
del mes de Julio de 1849, y luego me fuí al Havre. El Havre es
un rincon de tierra donde hay muchos barcos grandes que
trafican. Me quedé en el puerto tres dias. Entonces se preparó
un gran dia para el gran gefe francés (Napoleón) que tenia que
venir al Havre á ver sus soldados montados á caballo. Y yo
estaba muy contento, mucho, muy mucho. Luego enseñaron
todos los barcos grandes sus estandartes; y en seguida llenaron
el vientre de los grandes fusiles (cañones), y tronaron todos á la
vez. Luego llegaron unos soldados corriendo, corriendo en
caballos, y estaban en sacos muy hermosos de hierro (corazas);
y en seguida vino entre ellos el gran gefe. Eran un millon (muchos)
los soldados que estaban delante:  en seguida hicieron tronar los
grandes fusiles de tierra. Se hizo noche; entonces el gran gefe
francés se fué á su rincon, y yo me he quedado en el Havre con
Marceau hasta otro domingo. En seguida fuimos los dos á ese
rincon de tierra del gran gefe francés: he visto casas é iglesias
bonitas, muy bonitas. Me he quedado aun dos domingos;
entonces Marceau se fue, y yo he quedado solo en la aldea del
gran gefe francés. En seguida me ha escrito Marceau que vaya
con él, y he ido yo solo en una casa de fuego (Ferrocarril).
Una casa de fuego es cosa muy linda, que anda muy lijera. Yo
creia que los que se quedaban hácia el mar era toda la gente
francesa; pero cuando he subido á la tierra grande, me he
quedado sin el habla viendo hombres, y mas hombres, y siempre
hombres. Luego vinieron dias frios, y yo he visto una cosa que
hace miedo, y es el agua que se vuelve dura como las piedras; y
yo he andado sobre esta agua dura. (hielo)

Aquí acaba lo que os digo sobre lo que he visto. Aun hay
muchas mas cosas, pero yo os las llevaré para que las conozcáis.
Santiago y Angela si me amais de veras rogad á Dios que me
dé cordura y felicidad. Amad á Dios, amad á María que es la
verdadera protectora de este mundo, y nuestra madre perfectísima.
—SALOMON.

Podeis encontrar el libro completo y gratuito aquí: