viernes, 27 de abril de 2012

Foros Imperiales I

Roma, siglo II d.C. Nos encontramos en el lado oeste del Anfiteatro Flavio, es un día soleado del mes de Iunius. En esta parte de la ciudad hay gran cantidad de movimiento, mercaderes de todas las regiones del Imperio tratan de vendernos todo tipo de objetos, seda de oriente, tinajas de aceite de Hispania, esclavos celtas, y todo tipo de baratijas de más allá del limes. Esclavos, plebeyos y patricios se juntan en las calles circundantes a este gran edificio. De repente se oye un griterío, principalmente voz de mujeres. Tratamos de ver de dónde procede, y cuál es la causa de este. Al mirar por encima de la muchedumbre vemos una fila de unos veinte hombres con el torso descubierto y en una forma física envidiable, van afeitados y ungidos en aceite. A su alrededor se agolpa una multitud de mujeres, tanto plebeyas como patricias. Todas ellas admiradas ante la visión de los gladiadores, ídolos del pueblo y auténticos atletas. A algunos de ellos se les ve cierto nerviosismo en la cara, otros en cambio, los más experimentados, sonríen a las mujeres y les hacen guiños mientras disfrutan del momento. Es probable que estén viviendo hacinados en el ludus que se encuentra al otro lado del anfiteatro y que hayan ido a entrenar a la arena. Al fin y al cabo queda una semana para los juegos ofrecidos por nuestro augusto emperador Adriano al pueblo de Roma y han de prepararse para la ocasión y poder así alcanzar la gloria. Pero olvidémonos por un momento de estos héroes de la arena y continuemos andando hacia nuestro destino: el templo de Venus y Roma.

Seguimos caminando junto a los arcos del anfiteatro, tratando de pasar como podemos entre la multitud cuando de repente surge ante nosotros la estatua dorada del Coloso, alzándose imponente con sus treinta y tres metros de altura. Tras ella vemos el megalómano templo. Como un enorme bloque de mármol se alza resplandeciente bajo el sol veraniego. El decorado friso y los detalles dorados sobre este le dan un aspecto impresionante. Son tales sus dimensiones que al fijarnos en las diminutas figuras que suben por sus peldaños sentimos que nuestra visión estaba siendo engañada y que realmente es más grande de lo que parecía en un principio. Nos vamos acercando al templo, pero este está situado encima de una enorme base de unos quince o veinte metros, así que nos dirigimos a unas escaleras laterales para llegar a hasta él.
Al llegar arriba nos encontramos ante una serie de impresionantes columnas ante la puerta de entrada al templo, además a ambos lados de este edificio hay dos columnatas de las mismas dimensiones que las del templo. Entramos al templo y lo primero que vemos al pasar el umbral de la puerta es la estatua de una mujer al lado opuesto, se trata de la grandiosa Venus. En las paredes laterales hay varias columnas de pórfido que flanquean diversos nichos ocupados por estatuas de menor tamaño. Pero hay algo extraño, el interior del templo no es tan grande como parecía por fuera, es más, da la impresión de que es la mitad del templo. ¿Es posible que la grandiosidad del templo sea solo un engaño y que en su interior se haya construido solo la mitad para no gastar más dinero? ¿Tan mal están las arcas del imperio?

Asombrados salimos por donde hemos entrado y nos dirigimos bordeando la columnata al otro extremo del templo, y para nuestra sorpresa nos encontramos ante otra puerta. Subimos la escalinata y nos internamos en la penumbra del templo... Ahí está, claro! La estatua de Roma se alza imponente y desafiante ante nosotros. Por un momento habíamos dudado de los arquitectos romanos, pero como es costumbre, nos vuelven a sorprender. Tras admirar el interior del templo un rato y refrescarnos en su interior, nos dirigimos a la salida, nada más poner el pie fuera nos llega una oleada del calor húmedo tan típico de la urbe. Por un momento pensamos en quedarnos dentro un rato más, pero debemos seguir con nuestro paseo por el foro. Así que pasamos por los arcos laterales y bajamos a la calle. No sabemos exactamente por donde hemos salido, así que preguntamos a un mercader que pasa a nuestro lado. Este nos indica con un suave acento extranjero, típico de las regiones orientales, que para ir al foro debemos subir esta misma calle y pasar el arco que se alza al final de esta, el arco de Tito...


sábado, 21 de abril de 2012

Urbi et orbi

En próximas entradas trataré temas relacionados con los edificios que hicieron historia y la distribución urbanística de Roma (el caos), así como la vida cotidiana de los habitantes de esta gran urbe y de otras ciudades provincianas como Pompeya, Herculano o el puerto de Ostia.

Os dejo un video para que os deis un "tour" por la Roma antigua. Es una reconstrucción de la ciudad en el siglo IV, como podreis observar por la ya construida Basilica de Majencio situada a la entrada de los Foros Imperiales desde el anfiteatro Flavio (Coliseo).



viernes, 20 de abril de 2012

El legionario


El componente básico de la legión. Hombres hechos para el combate, con años y años de duros entrenamientos a sus espaldas y de marchas kilométricas. Auténticas maquinas de guerra. El ejército romano es el primer ejército profesional propiamente dicho de la historia y ellos fueron su engranaje durante más de diez siglos.

¿Cómo sería un legionario experimentado si nos lo encontrásemos hoy día? Los legionarios eran por lo general hombres robustos, pues hacían gran cantidad de ejercicio físico para estar preparados para el combate en cualquier momento (si nos referimos a las legiones fronterizas y en campaña claro, no ha destacamentos de riveras del Nilo por ejemplo, que estarían gordos y hartos de vino...). El ejercicio era tanto aeróbico como anaeróbico, desde las famosas marchas con 30 kilos de peso a la espalda, hasta ejercicios de fuerza y de compenetración grupal, así como prácticas con armas, e incluso se tiene constancia de algún tipo de deporte de contacto jugado en los campamentos para mejorar la compenetración y resistencia. 

 
En las películas de Hollywood estamos acostumbrados a ver legionarios romanos con el mismo uniforme sea cual sea la fecha. Puede ser la Monarquía, la República o el Imperio que el uniforme será el mismo. ¿De verdad creéis que la indumentaria de los legionarios no cambió entre el 753 a.C y el 476 d.C? Los legionarios que solemos ver son los del siglo II d.C con la típica lorica segmentata. Aquí veremos su evolución.

 
En los primeros años de la urbe, los soldados eran ciudadanos romanos que se costeaban su uniforme. Su indumentaria y su estilo de combate eran muy parecidos a los de civilizaciones próximas, como la helénica o sus vecinos de Etruria.


 
Durante las guerras púnicas ya en la República, la mejoría en el ejército tanto en armamento y equipo del legionario, como en la organización de las legiones fue notable. Así pues surgen diversos tipos de soldados de infantería, los hastati, los triari, los principes y los vélites . Se puede observar que los uniformes van adquiriendo un estilo propio.


En la época tardo republicana llegará la reforma que revolucionará el ejército romano y lo convertirá en la máquina de guerra que conocemos hoy día, y que conquistó el mundo conocido entonces. Cayo Mario hará de los legionarios auténticos guerreros, serán los llamados "Mulas de Mario". Este oficial romano realizó reformas como la implantación de 25 años de servicio (posteriormente 20) y la entrega de tierras al legionario después de este periodo, haciendo así un ejército completamente profesional, con hombres dedicados enteramente a ello. Pero la más importante de las reformas y el porqué de las "Mulas" fue que los legionarios de Mario llevarían a la espalda todo su equipo, así como una pala y un pico para construir el campamento tras el día de marcha, además de los instrumentos necesarios para la comida. Un total de 30 kilogramos de peso. Esta idea surgió debido a las emboscadas que habían sufrido anteriormente durante las marchas y que al tener el equipo y armamento en carros que acompañaban al ejército y no los legionarios consigo, habían resultado leales. Abajo vemos los legionarios de la época de la Guerra de las Galias o del por todos conocido Cayo Julio César.

 
A medida que pasaban los años el equipo del legionario fue mejorando. Así pues se pasó del casco Montefortino al Coolus y posteriormente al conocido casco imperial.

También se comenzaron a crear las loricas segmentatas (armadura de placas) durante el siglo I d.C y al resultar más barata que la lorica ammata (cota de malla) la fue sustituyendo paulatinamente, aunque se siguió empleando hasta finales del imperio, coexistiendo ambas. En cuanto al scutum se adoptó el rectangular pues era mucho más útil para el estilo de combate romano, codo con codo con el compañero cerrando huecos con los escudos y sacando la corta hoja del gladius a la mínima oportunidad, creando así una formación impenetrable y letal.
 
 Esta es la historia de hombres duros, fraguados para el combate en el yunque de Vulcano, que conquistaron el mundo conocido entonces.

Aquí tenemos un buen ejemplo de cómo luchaban las legiones en el siglo I d.C. Extracto de la serie Roma.
 
 Ya al final del imperio, los legionarios y el ejército fueron perdiendo sus características propias asimilándose más a los ejércitos de otros pueblos como los Godos, que en muchas ocasiones forman parte del mismo. Era el inicio de una nueva era y un nuevo estilo de lucha.

miércoles, 18 de abril de 2012

Amanecer en el campamento

Lugar: Campamento romano en Hispania. Siglo II antes de Cristo.

Eran las calendas de Martius y el frio calaba hasta los huesos, cualquier forma de protegerse era inutil contra el gélido y húmedo viento que soplaba con fuerza en aquellas inóspitas regiones. A la hora prima, las articulaciones estaban entumecidas tras la dura noche y más si tocaba turno de guardia.

Glabrio se sobresaltó al ver abajo en el campamento una cresta transversal moviendose entre las tiendas en dirección al lugar de la empalizada donde él se encontraba. Para resguardarse del frio, se había tenido que sentar junto a su compañero y resguardarse con su usada túnica de paseo. Rápidamente apretó las correas de las caligae, que habían quedado un poco sueltas al atarselas en la oscuridad de la noche, y terminó de limpiar una mancha de barro que tenía en la parte frontal del casco. De repente su compañero Aurelio le dió un codazo en las costillas, - Ahí llega!. Glabrio escuchó el crujir que producían los pasos de su supèrior sobre la madera. Se irguió y sacó pecho mientras sostenía el pilum con fuerza.

El Centurión Pulcher rondaba los cuarenta años, pero seguía teniendo una gran potencia física, unas anchas espaldas y unas piernas musculadas debido a las largas marchas tan habituales en el ejercito. Veterano de las legiones, había luchado en muchos frentes, contra todo tipo de enemigos, iberos, celtas de la Galia e Hispania, incluso contra los griegos. Esto no le había dejado indemne, su piel estaba marcada por cicatrices de todos los tamaños, una de ellas le cruzaba la cara, desde la ceja derecha hasta la mejilla izquierda, dandole más autoridad y fiereza cuando gritaba las órdenes. A pesar de ser un oficial estricto, era apreciado entre los legionarios.

-Salve Centurión! Pulcher se detuvo a un metro de donde se encontraban, -Salve Glario! ¿Como ha ido la guardia? ¿Alguna novedad?
-Como de costumbre a estas horas, una niebla que impide ver a más de doscientos metros señor!
-Y un frio de pelotas. Dijo por lo bajo y sin mucho acierto el joven Aurelio.
-Calla idiota. Respondió Glabrio.
De repente, Pulcher levantó su brazo y descargó un fuerte golpe con su vara de vid, típica de los Centuriones, en el brazo del incauto legionario. Glabrio recordó lo rápido que había aprendido al llegar a las legiones a obedecer a los Centuriones y a no hablar cuando no debía.
-¿Qué eres legionario? ¿Un marica fenicio? Te van las sedas púrpuras y el vino calentorro ¿verdad?. Estamos en la legión! Hoy no comes soldado, a ver si así aprendes a comportarte. Estoy cansado de niñatos como tu. Cuando yo era legionario a la mínima te mandaban un mes a limpiar letrinas!

Si había algo que Pulcher no aguantaba era la indisciplina de los novatos. En su centuria la mayoría eran soldados experimentados como Glario, pero debido a las recientes bajas, habían llegado nuevos soldados, con un par de meses de entrenamiento en alguno de los casos y Pulcher estaba empezando a perder los nervios.

Entonces el Centurión miró a Glabrio -Optio!, tenga listos a los hombres frente a la puerta lo antes posible. Han de llevar todo el equipo y una comida, salvo nuestro amiguito de aquí...- dijo desviando la vista hacia el dolorido Aurelio.

Iba a ser un largo día...