Roma, siglo II d.C. Nos encontramos en el lado oeste del Anfiteatro Flavio, es un día soleado del mes de Iunius. En esta parte de la ciudad hay gran cantidad de movimiento, mercaderes de todas las regiones del Imperio tratan de vendernos todo tipo de objetos, seda de oriente, tinajas de aceite de Hispania, esclavos celtas, y todo tipo de baratijas de más allá del limes. Esclavos, plebeyos y patricios se juntan en las calles circundantes a este gran edificio. De repente se oye un griterío, principalmente voz de mujeres. Tratamos de ver de dónde procede, y cuál es la causa de este. Al mirar por encima de la muchedumbre vemos una fila de unos veinte hombres con el torso descubierto y en una forma física envidiable, van afeitados y ungidos en aceite. A su alrededor se agolpa una multitud de mujeres, tanto plebeyas como patricias. Todas ellas admiradas ante la visión de los gladiadores, ídolos del pueblo y auténticos atletas. A algunos de ellos se les ve cierto nerviosismo en la cara, otros en cambio, los más experimentados, sonríen a las mujeres y les hacen guiños mientras disfrutan del momento. Es probable que estén viviendo hacinados en el ludus que se encuentra al otro lado del anfiteatro y que hayan ido a entrenar a la arena. Al fin y al cabo queda una semana para los juegos ofrecidos por nuestro augusto emperador Adriano al pueblo de Roma y han de prepararse para la ocasión y poder así alcanzar la gloria. Pero olvidémonos por un momento de estos héroes de la arena y continuemos andando hacia nuestro destino: el templo de Venus y Roma.
Seguimos caminando junto a los arcos del anfiteatro, tratando de pasar como podemos entre la multitud cuando de repente surge ante nosotros la estatua dorada del Coloso, alzándose imponente con sus treinta y tres metros de altura. Tras ella vemos el megalómano templo. Como un enorme bloque de mármol se alza resplandeciente bajo el sol veraniego. El decorado friso y los detalles dorados sobre este le dan un aspecto impresionante. Son tales sus dimensiones que al fijarnos en las diminutas figuras que suben por sus peldaños sentimos que nuestra visión estaba siendo engañada y que realmente es más grande de lo que parecía en un principio. Nos vamos acercando al templo, pero este está situado encima de una enorme base de unos quince o veinte metros, así que nos dirigimos a unas escaleras laterales para llegar a hasta él.
Seguimos caminando junto a los arcos del anfiteatro, tratando de pasar como podemos entre la multitud cuando de repente surge ante nosotros la estatua dorada del Coloso, alzándose imponente con sus treinta y tres metros de altura. Tras ella vemos el megalómano templo. Como un enorme bloque de mármol se alza resplandeciente bajo el sol veraniego. El decorado friso y los detalles dorados sobre este le dan un aspecto impresionante. Son tales sus dimensiones que al fijarnos en las diminutas figuras que suben por sus peldaños sentimos que nuestra visión estaba siendo engañada y que realmente es más grande de lo que parecía en un principio. Nos vamos acercando al templo, pero este está situado encima de una enorme base de unos quince o veinte metros, así que nos dirigimos a unas escaleras laterales para llegar a hasta él.
Al llegar arriba nos encontramos ante una serie de impresionantes columnas ante la puerta de entrada al templo, además a ambos lados de este edificio hay dos columnatas de las mismas dimensiones que las del templo. Entramos al templo y lo primero que vemos al pasar el umbral de la puerta es la estatua de una mujer al lado opuesto, se trata de la grandiosa Venus. En las paredes laterales hay varias columnas de pórfido que flanquean diversos nichos ocupados por estatuas de menor tamaño. Pero hay algo extraño, el interior del templo no es tan grande como parecía por fuera, es más, da la impresión de que es la mitad del templo. ¿Es posible que la grandiosidad del templo sea solo un engaño y que en su interior se haya construido solo la mitad para no gastar más dinero? ¿Tan mal están las arcas del imperio?
Asombrados salimos por donde hemos entrado y nos dirigimos bordeando la columnata al otro extremo del templo, y para nuestra sorpresa nos encontramos ante otra puerta. Subimos la escalinata y nos internamos en la penumbra del templo... Ahí está, claro! La estatua de Roma se alza imponente y desafiante ante nosotros. Por un momento habíamos dudado de los arquitectos romanos, pero como es costumbre, nos vuelven a sorprender. Tras admirar el interior del templo un rato y refrescarnos en su interior, nos dirigimos a la salida, nada más poner el pie fuera nos llega una oleada del calor húmedo tan típico de la urbe. Por un momento pensamos en quedarnos dentro un rato más, pero debemos seguir con nuestro paseo por el foro. Así que pasamos por los arcos laterales y bajamos a la calle. No sabemos exactamente por donde hemos salido, así que preguntamos a un mercader que pasa a nuestro lado. Este nos indica con un suave acento extranjero, típico de las regiones orientales, que para ir al foro debemos subir esta misma calle y pasar el arco que se alza al final de esta, el arco de Tito...
Asombrados salimos por donde hemos entrado y nos dirigimos bordeando la columnata al otro extremo del templo, y para nuestra sorpresa nos encontramos ante otra puerta. Subimos la escalinata y nos internamos en la penumbra del templo... Ahí está, claro! La estatua de Roma se alza imponente y desafiante ante nosotros. Por un momento habíamos dudado de los arquitectos romanos, pero como es costumbre, nos vuelven a sorprender. Tras admirar el interior del templo un rato y refrescarnos en su interior, nos dirigimos a la salida, nada más poner el pie fuera nos llega una oleada del calor húmedo tan típico de la urbe. Por un momento pensamos en quedarnos dentro un rato más, pero debemos seguir con nuestro paseo por el foro. Así que pasamos por los arcos laterales y bajamos a la calle. No sabemos exactamente por donde hemos salido, así que preguntamos a un mercader que pasa a nuestro lado. Este nos indica con un suave acento extranjero, típico de las regiones orientales, que para ir al foro debemos subir esta misma calle y pasar el arco que se alza al final de esta, el arco de Tito...
No hay comentarios:
Publicar un comentario